EL COMIENZO DE TODO
Cómo pasó el tiempo y pensar que hace 6 meses atrás,
esperaba con ansias el domingo 16 de junio para viajar a Brasil, se celebraba
la Copa América y siempre soñé en conocer ese bello país,, en especial Río de
Janeiro. Tuve la oportunidad de estar acreditado por el diario en el cual
trabajo para poder cubrir los partidos de Perú, en otro momento escribiré sobre
los lugares que conocí y anécdotas en esta bella ciudad, ahora me centraré en
la verdadera razón de este texto. Para ello me remonto al día martes 18 de
junio, fecha en al que con mis amigos que viajamos a Brasil decidimos tomar un
tour para conocer Isla Grande, un bello atractivo turístico a unas 2 horas de
viaje en bus desde Río. El día anterior habíamos bebido muchas cervezas
celebrando nuestra llegada a esta bella ciudad, nos juntamos con argentinos y
uruguayos, y luego la continuamos en el departamento que alquilamos en el
barrio de Flamengo. Nos quedamos dormidos y perdimos el tour que estaba pactado
para las 7 de la mañana. Ya casi desanimados porque iba ser un día perdido para
hacer tour, mi amigo Jhonny llamó a otra agencia para poder salir a conocer y
nos citaron a las 9, salimos raudos y con lo que teníamos a la mano para no llegar
tarde. Cuando arribamos al punto pactado, nos recogió la guía (una señora de
aspecto muy peculiar) subimos al bus (éramos los últimos en llegar, para
variar…) y nos fuimos rumbo a la aventura. En el camino hizo su aparición el
personaje principal de este relato, sí aquella chica que me robó el corazón. Mientras
la guía nos contaba la historia de la ciudad, aquella bella dama, no dudó en
pararse para estirarse (eso fue lo que me contó luego…) y la guía la invitó a
tomar asiento, para que no le robe el show, desde ese momento ella ya empezaba
a robarme algo… muchas risas.
Llegamos a nuestro punto de embarque, pues
abordaríamos una embarcación marina rumbo a Isla Grande, esta embarcación era
completita, tenía bar, restaurante, música en vivo, me encantó. Nosotros nos pedimos
nuestro balde de cervezas Brahma bien heladitas para aplacar la sed. De pronto
empezó el show, y poco a poco los demás que estaban en el barco, se animaban a
mover el cuerpo al ritmo de las pegajosas canciones. Nosotros nos animamos a
salir a la pista a bailar, contagiados por el ritmo. Llegó nuestra primera parada,
todos al agua a nadar, nos dijo la guía, yo que nado en piscina, pero no en mar
abierto, llevé mi chaleco para no perderme ninguna diversión en el viaje. Así
que me metí al agua a disfrutar del mar y el bello paisaje del lugar (mi amigo
Jhonny no quiso meterse al mar, a pesar que le quería prestar mi chaleco).
Cuando salí del agua y subí por las escaleras al barco, me percaté que había
una señorita que tenía ganas de entrar al agua pero no lo hacía… decidí
hablarle, y le pregunté por qué no se metía, ella me respondió que no sabía
nadar, yo le dije, eso no es problema, te presto mi chaleco, no puede ser que
vengas hasta acá y no disfrutes del mar, ella dudando me insistía que le daba
miedo entrar, yo insistí, hasta que logré convencerla, le puse el chaleco
amablemente y me encargué que esté bien segura, al ingresar hasta le dije que
adentro estaba mi amigo que sabía nadar muy bien y era salvavidas (en verdad no
sabía si lo era, jajaja) Me dio una alegría verla dentro del agua, pataleando y
a la vez siendo cauta por el mar. Luego subió y me dio las gracias por el
apoyo, le respondí, no te preocupes gracias… Cada quién se fue a su sitio, todo
cambió a la hora del almuerzo cuando nos juntamos mi grupo con la bella dama
del chaleco y su amiga que la acompañaba. Almorzamos rico y luego le dije para
ir por la orilla de la playa a tomarnos fotos y charlar un poco. La verdad no
recuerdo cuántas fotos nos tomamos, de todos los ángulos y maneras, pero hasta
el día de hoy, las tengo como un bello recuerdo. Hasta que llegó la hora de
retornar al barco, ya salía con destino al puerto, abordamos y ahora ya todos
juntos emprendimos el camino de vuelta, ya aquí pudimos tener un poco más de
privacidad para charlar entre nosotros mientras iba cayendo el sol y a la vez
las estrellas empezaban a escoltar nuestro camino y teniendo de fondo un
atardecer muy bello.
Luego al llegar abordamos el bus de retorno, yo le pedí
que se siente conmigo (a la ida ella se sentó adelante con su amiga) y aceptó,
al comienzo de este relato les dije que el viaje demoraba más de 2 horas, pues
desde que me senté con ella y nos pusimos a conversar, reír y hacer bulla, no
me percaté de la hora, pasó rápido, cuando de pronto nos dijeron que ya
habíamos llegado a nuestro punto que teníamos que bajar. La verdad no quería
hacerlo, así que le dije para encontrarnos más tarde, no sin antes robarle un
beso, sí ese primer beso que luego se iba a convertir en una constante
expresión de cariño mutuo, hasta el día de hoy.
Bajé del bus y allí en ese vehículo se quedó todo… las
risas, las miradas, las charlas, el beso… y alguito más….